domingo, 21 de octubre de 2012

La felicidad es silenciosa



El silencio de la felicidad como el de los órganos, es un signo de salud.”  Marc Augé

Me empieza a doler una muela. El dolor es paulatino. Va creciendo día a día. Me quejo por momentos cuando tomo algo muy frio o muy caliente. Cada vez se hace más presente la incomodidad. Es en esos días cuando recuerdo lo bien que se vive sin tener un dolor. Es ahí cuando uno comienza a hablar de las muelas, se queja, habla de ese dolor con los otros. Cuando ese dolor no existe  uno no dice frases como “Uy, que bueno, acabo de tomar un vaso de agua fría y no me duele nada.” Al bienestar físico no se lo nombra, sólo se lo vive en silencio.
Con la felicidad pasa algo parecido.  A la felicidad no se la escribe, no se la lee, no se la cuestiona, simplemente se la vive, se la disfruta.  El punto culmine de libros, películas e historias no son los momentos felices. Sino los otros. A la felicidad se la toca, se la siente, se la disfruta.
Y una vez que se esa felicidad se apaga, es cuando volvemos a escribir y a hablar de lo mal que estamos porque ella se fue.  Es en ese momento cuando todo lo frio y lo caliente nos recuerda lo bien que estábamos antes de que ese dolor apareciera.

domingo, 14 de octubre de 2012

Ese momento entre ahora y mi muerte



Contrariamente a lo que dicen algunas teorías psicoanalíticas. Contrariamente a lo que sienten algunos seres miedosos. Contrariamente a lo que muestran las películas. Contrariamente a lo que me hizo sentir aquel vecino a los 8 años cuando me contó que ella existía. Yo, tengo una relación positiva con la muerte. Si hay algo que siento cada vez que tengo cerca a la muerte, la pienso, la hablo es ganas de vivir esta vida mía.
Ya venía con una tendencia hacia esta relación amistosa con Ella desde chica. Se intensificó cuando fui a México. El día de los muertos y sus colores. Las calaveras alegres, floreadas, llenas de adjetivos vivos, intensificaron está manera de sentirla. Mi tendencia suicida es nula, con lo cual no es una relación de amistad forjada por mi cercanía enferma hacia ella.  Es que a mi ese agujero negó, esa nada inmensa y eterna me aburre. ¿Miedo? No le tengo miedo a la muerte. Quizás en el futuro las cosas cambien. Tengo muy en claro que soy finita, como todos los que me rodean: todos.  Miedo le tengo a la muerte en vida. Miedo le tengo a que se mueran los que amo. Miedo le tengo a vivir sin amor. Miedo le tengo a perderme en mi cabeza y no poder volver. Miedo le tengo a la ansiedad. Miedo le tengo al aburrimiento. Miedo le tengo vivir dormida. Pero, ¿miedo a la muerte? No. Claro que quisiera que mi encuentro con ella sea lo más lejos posible de estos días. Pero cuando llegue, llegará y no puedo hacer mucho en contra de eso.
¿Estaré enferma? Eso me hacen creer algunas personas. Quienes dicen que es imposible vivir sin tenerle miedo a la muerte. ¿Estaré negando algo? Puede ser, pero no creo que esto, justamente. Tener mi casa decorada con calaveras alegres, floridas, y rodeadas de vida significa mucho para mi. Significa que cada vez que las veo hago consciente que me voy a convertir en polvo, en nada, en algo indefinible algún día. Pero mientras tanto vivo, vivo y vivo. Y ese momento que separa este momento de ahora con el que finalmente caiga rendida a sus pies lo voy a aprovechar. Voy a inventar una y mil maneras de vivir. Voy a auto-criticarme mil veces. Voy a perdonarme. Voy a empezar de nuevo. Voy a seguir buscando. Voy a encontrar, a veces. Voy a reirme a carcajadas y llorar de la misma manera. Voy a aceptarme como soy. Voy a querer tanto a los que quiero. Voy a tratar de evolucionar. Voy a negar mandatos ajenos. Voy a escribir mal y bien. Voy a entregarme. Voy a saltar. Voy a confiar. Voy a sufrir mucho. Voy a abrir los ojos hasta que no pueda abrirlos más.