domingo, 18 de noviembre de 2012

Somos cicatrices


Llega un momento en la vida en que algunas de las personas que andamos dando vueltas por ahí tenemos una revelación. Ya hemos dejado de ser personas hace tiempo y nos hemos convertido en una gran cicatriz.
Los años fueron pasando, los dolores, los errores y los fracasos se fueron acumulando en nuestro cuerpo. Fueron quedando marcas dispersas hasta que fueron tantas que un día nos convertirnos en una gran cicatriz.
Todos nos preguntamos lo mismo: ¿Algún día volveremos a ser personas? ¿Pueden desaparecer las cicatrices? ¿Volveremos a tener sensibilidad?
Todos sabemos que las heridas duelen, arden, queman. Sabemos que con el tiempo toda herida empieza a secarse, cerrarse, pero ¿nunca se cura del todo? Siempre queda esa marca como recordatorio de aquel dolor de antaño.  Será que queda ahí para que no volvamos a equivocarnos. Son los rastros que deja el aprendizaje. Pero ¿qué aprendimos?
Valientes son aquellos seres humanos que intentan acercarse a nosotros a pesar de todo.  Nos miran, se acercan y nos abrazan. Sin esperar nada a cambio de está gran cicatriz en la que nos hemos convertido.  Sin esperar que les devolvamos algo por esas caricias que ya no sentimos.
Y así estamos aquellos que dejamos de ser personas. Intentando seguir moviéndonos como si fuéramos los normales que ya no somos. Las heridas secas nos han quitado gran parte de nuestra movilidad natural. Pero sin embargo, lo seguimos intentando, miramos al frente y avanzamos.