
Y de golpe aparecen estas inmensas ganas de volver a mi vida. Esa que está un poco olvidada por estos días, semanas y meses quizás. Algo me despierta abruptamente, me grita, me sacude y me inyecta energías para hacer eso que me gusta. El cuerpo se me llena de ganas de gritarle al mundo mis verdades, como si estas fueran universales. Pero en seguida entiendo que son sólo mis verdades, y que nadie quiere escucharlas porque cada uno tiene las suyas. Brindo por las diferencias pero también no quiero caer en la ficción de un mundo desigual. Como siempre mis contradicciones me marean y persiguen.
La cuestión es que hay mucho mundo por vivir, hay muchas búsquedas por hacer, hay mucho por encontrar, mucho con que tropezarse, mucho porque levantarse. Quiero un poco de todo eso. Me siento ahora como parada frente a un plato enorme de vida al cual quiero empezar a degustar de a poco, o todo de una vez. Probar cada bocado despierta, sin dejar de sentir el gusto de cada uno de ellos. Sin cerrar ninguno de mis sentidos disfrutar de los colores, de las texturas, de los olores. Quiero comerme esta vida mía. No quiero dejar nada para más tarde porque esta es el único que tengo. Quiero llenarme de este mundo rojo febril, doloroso y amoroso a la vez.