sábado, 24 de octubre de 2009
Abrigo de alma
Ella lleva una cartera floreada. En su interior hay un poco de todo. Lleva poca plata, un par de objetos que siempre acarrea y nunca usa, una guía, una crema para los labios, un paquete de cigarrillos, y un anotador por si se le viene a la cabeza una idea maravillosa. Es muy precavida. Siempre sale con un abrigo, más allá de que sea verano. "Mejor prevenir que sufrir el frio" piensa ella en su interior cada vez que carga el saquito. Ese día está de buen humor, luego de largos días de letargo y encierro. El día no está soleado, pero ella camina por las calles donde el incipiente sol se hace sentir. Sabe que alguien la espera, pero no quiere volver a su casa. Camina, casi sin rumbo. Se deja llevar por los pasos. Va mirando para arriba, como siempre. Mira las ventanas de los edificios, intentando descubrir algo nuevo, intentando ser un poco voyeur de la vida de los otros. Ella piensa que la suya es un poco aburrida últimamente. Empieza a sentir una presencia cerca, pero sigue distraída y distrayéndose con las ventanas ajenas. Un hombre camina a su lado. Ella lo mira con su vista panorámica, que no es como la del lince, pero de algo le sirve. El hombre camina, e intenta descubrir que es lo que esa mujer mira. El hombre comienza a meterse, como ella, en las ventanas ajenas. Sonríen, pero no se miran. Los dos se sienten, se perciben. Empieza a anochecer y los dos siguen dejando recorrerese por la ciudad. Pasaron minutos, horas, ninguno de los dos sabe y no les importa. Empieza a refrescar. Sin que medie ninguna palabra el hombre le pone un saco sobre los hombros. Ella lo mira, y agradece con una sonrisa. El la toma de la mano y siguen caminando. Se aprietan fuerte las manos, como saludádandose, como reconociéndose, como abrazándose con esa parte del cuerpo. Sus manos dicen todo. No hay más que decir con palabras. Ella sabe que alguien la espera, pero hoy no quiere volver. Hoy no va a volver.
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