miércoles, 7 de marzo de 2012

Un día en la vida de ella

Ella se prepara a la mañana. Desayuna mientras, se viste, mientras se maquilla, mientras mira la temperatura en la televisión, mientras planea su día. Está esperanzada, quizás hoy vaya a conocerlo. Sale de su casa, recoge el diario y lo guarda en su mochila. Camina contenta, mirando la vida, mirando a la gente a los ojos. Como buscando que los demás se den cuenta de la ilusión que lleva escondida en sus ojos. Se pregunta cuantas veces antes pasó por un momento así. Un momento donde las emociones se mezclan y ella se ilusiona con alguien nuevo. Muchas veces lo ha vivido, se contesta entre orgullosa y frustrada. Viaja hasta su trabajo. El día se pasa volando. El teléfono se convierte en su principal objeto de deseo. No puede dejar de mirarlo, de ver si le habla, si le suena, si a él se le ocurre marcar los 10 numeros que la llevarían hasta ella. Cuando un teléfono se convierte en un objeto insoportable, imposible de dejar de mirar significa que algo está jodido en nuestras vidas, piensa ella. Ella está jodida. Jodida y esplendida. El buen humor siempre le cayó muy bien. Termina sus labores diarias. Regresa a su casa esperando que sea la hora en que habían acordado. La panza le late y no es el hambre. Sus manos se retuercen, los dedos se abrazan, se rozan, se reconocen una y mil veces. Ella viaja de regreso a su casa. Durante todo el viaje piensa, sueña, sonríe, y espera. Pero nada sucede. El parece no existir. No llama, no envía señales. Sin embargo, la esperanza sigue en pie. Está por bajarse del subte cuando suena su teléfono. Ella atiende sin mirar el número entrante. Cierra los ojos como quien lo hace para pedir un deseo. Es él del otro lado. Se dicen "Hola" varias veces. Se cuentan sus cotidianeidades. Ella tiembla mientras camina. De golpe y no se porque fuerza el comienza a unir palabras de una manera dolorosa. Palabras que si estarían en otro orden no significarían nada grave. Pero a ella le duelen. Ella comienza a hablar más pausado. Su voz deja de ser alegre. Ya casi no tiene ganas de seguir hablando. Ya no sabe que decir ante semejante texto punzante. Ella camina y el sigue hablando, como queriendo dar explicaciones, como sintiéndose culpable por lo que siente. Ella se da cuenta como cada una de esas palabras le hace un corte en el corazón. Como si un cuchillo hubiera sido clavado cuando el comenzó a hablar y fuera moviendo el cuchillo para abajo, para arriba, para los costados. Ella imagina el ruido que hace su corazón en ese momento. Ruido a desgarro. Se despiden. Ella tiene las piernas pesadas. Deja caer el teléfono en la mochila. Sigue caminando hasta su casa. Cada paso es heroico. Ella tiene la mirada perdida, el corazón desgarrado y la frustración en su mirada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Juliana, cuanta sensibilidad hay en lo que escribe! ademas es usted una mujer muy valiente. Gracias por compartir tanto con otras que tambien lo vivimos...
No se afane... vaya mas despacio... ya la encontrarán, como un tesoro inmenso! la abrazo!

Anónimo dijo...

me encanta la imagen}