Supongamos que me estoy muriendo. Por algunos minutos, supongamos que tengo una enfermedad adentro mío y que los médicos, luego de muchos exámenes, no logran ver. Supongamos que el mundo para mí se está acabando. Se acaba y pronto. Entonces ahí me viene la impotencia. La impotencia de no poder haber hecho todo lo que quería hacer en esta vida. Supongamos que no hay vuelta atrás. Me quedan horas o quizás sólo minutos de vida. Ya no puedo hacer nada más que esperar que llegué el momento. Nunca pensé que sería así. Creí que moriría feliz, habiendo hecho cada una de las cosas que deseaba. Siempre pensé morir feliz, habiendo dicho todo lo que tenia para decir. ¿Qué cosas me faltan por hacer, por decir, por probar? Miles. Supongo que cualquier moribundo piensa lo mismo, ¿o no? Nunca antes había supuesto algo así. Para mí esto es nuevo. Me consuela pensar que por lo menos voy a morir pensando algo nunca antes pensado por mí. Y así me iría supuestamente de este mundo. Sin amigarme con mis fallas. Sin aguantar algunos golpes. Habiendo roto solo algunos eslabones de la cadena. Pero quedando miles por ser rotos. Esta supuesta muerte me agarra en medio de un invento de mi cabeza. Quizás nunca exististe y todo fue un invento de mi cabeza atrofiada y mi corazón desentendido. Me muero así, odiando ser victima. Nunca aprendí a serlo y tampoco quise. Siempre me culpe por los males propios y también por los ajenos. Siempre me gustó pensar que fui victimaria de cada una de las cosas malas que viví. Hay momentos en donde uno sabe que eso que espera nunca va a pasar y sin embargo ahí se mantiene firme, esperando que suceda. Pero supongamos que hoy todo termina. Me quedo con muchas ganas de muchas cosas. De abrazar más a los que quiero. De tocar más lo que me gusta. De terminar mi segundo cuento. De putear a algunos. Me quedo con las ganas de matar algunos miedos. Me quedo con ganas de llegar al fondo algunos sentimientos. Me quedo con ganas de amores, de cine, noches, de teatro, de besos, de amigos, de escritos, de familia.
Supongamos que se me acaba el tiempo. Mi aquí y ahora acá termina en este instante en que escribo esto. Supongamos que la muerte me gana y me quedo con ganas de más. Me quedo con estás ganas inmensas de ganarle a la muerte y comerme yo a esta vida mía.
1 comentario:
Hey! ¡Hola! Me llamo Francisco y soy de México. Encontré tu blog y leí esta entrada. Me gustó tu forma de pensar, creo que eres muy expresiva. Tal vez quieras darte una vuelta por mi blog: www.helefantesyelados.blogspot.com
¡Un saludo!
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