domingo, 2 de septiembre de 2012

Quiero (des) creer

No creo en lo fácil. No creo en lo superficial. No creo en los encuentros mágicos. No creo en él. No creo en vos. No creo en mi. No creo el arte de vivir. No creo en las pasiones enfermas. No creo en completarse con un otro. No creo en la sonrisa a consta de todo y de todos. No creo en la noche. No creo en los creídos. No creo en la paz comprada. No creo en lo rápido. No creo en las ficciones. No creo en la iglesia. No creo en los excesos. No creo en las películas. No creo en los ideales. No creo en la mayoría de los amores. No creo en las enfermedades. No creo en los médicos. No creo en los brujos. No creo en la confianza ciega. No creo en la ceguera. No creo en la ansiedad. No creo en lo rebuscado. No creo en repetirse.

Creo en mis amigos. Creo en mi familia. Creo en él. Creo en vos. Creo en mi. Creo en mi aquí y ahora. Creo en el esfuerzo. Creo en la búsqueda. Creo en lo fácil. Creo en lo lineal. Creo en la transparencia. Creo en algunas verdades pasajeras. Creo en el cambio. Creo en la evolución. Creo en los viajes. Creo en la inteligencia sana. Creo en estar despierto. Creo en algunos pocos amores. Creo en la carne. Creo en escribir. Creo en el cine. Creo en los sentidos. Creo en el fuego. Creo en la pausa. Creo en volver a empezar. Creo en lo concreto. Creo en estar solo. Creo en la tranquilidad. Creo en el dolor. Creo en hacerse cargo. Creo en el cuidado. Creo en creer en algo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Anoche soñé. Anteanoche también. Y anteanteanoche. Una cadencia de sueños por un riel de viento.
Viajo. Viajaba. Viajo por ese destino sin palabras.
Los pasajeros van. No soy yo el vientre del tren. Los pasajeros, brumas de la soledad. No sabemos si sueñan también. Soñaban.
Pero uno, sin ser distinto a los otros, se acerca a mi ausencia. Y habla. Susurra una profecía, débil. Una cadena de hojas, de ramas secas y el trino de algún pájaro.
Y me dice:
─ Eras el cuerpo tendido sobre un escenario. El público asiste al concurso del dolor. La mitad de tu pelo, rapado. Los ojos muertos, para no ver la luz. Y mientras el ogro tomaba de cada uno de tus pechos, carente de alma, ganabas. El público proclama tu nombre. Exige saber el secreto. La razón de aquel desplazamiento.
Contesto:
─Anteanoche soñé. Y mañana soñaré otra vez.
Viajaba. Viajaré por este destino sin palabras. Soy la falta. Seré la nada.
El tren sigue la marcha. Los pasajeros andan. No sabemos si soñarán. El mensajero se abriga un poco más con su mortaja. La capa inerte que lo salva del fuego. Y desparece hacia el final del vagón, después de cerrar la puerta. Un sonido metálico, de árboles sin savia, de tierra inerte, de vidas invertebradas. El profeta no mira hacia atrás. Guarda en el pecho que no tiene, los ecos de mi última voz.
Siendo el tren. Siendo una hoja. Siendo una rama seca y todos los pájaros.
Soñaré en silencio la vida. Soñaré sin cuerpo un mañana.