
Ayer a la noche tomé una de las decisiones más importantes en los últimos tiempos, años largos diría: Voy a saltar al vacío.
Luego de varios días de dormir mal, de seguir pensando mientras intentaba dormir, de soñar con que el dia todavía no había terminado o de soñar con el próximo día, anoche dormí como un bebé. Hoy me desperté sonriente, parecía que me boca había a aprendido a sonreír de nuevo. Desarmé mi cama. Aquella vieja cama que me donaron al mudarme. Llegó el flete con mi nueva cama, grande, con enormes cajones para guardar cosas importantes que aun conservo. La cama y mi viejo colchón se los regalé al fletero. Me desperté, ademas de alegre, solidaria. Vi como mi viejo colchón se subía a ese camioncito amarillo. Con el se iban mis viejas relaciones, mis dormidas con amores, con sobrinos, con amigos y amigas. Muchas cosas pasaron en aquella cama. Muchos amores, muchas pasiones, muchos enrosques, muchos llantos, y mucha soledad, también.
Armé mi nueva cama, ordené toda mi casa y me desprendí de infinidad de cosas viejas e inusuales. ¿Porqué es tan difícil desprenderse de los objetos que quisimos antaño y que hoy están guardados inútiles en algún rincón llenos de polvo? ¿Porqué no tengo una casa enorme para poder conservar todo?
Y así me pasé el día entre miedos y pensares sobre mi futuro cercano y mi aquí y ahora movilizado. Limpieza de pasado, limpieza de presente agobiador.