miércoles, 11 de noviembre de 2009
Dolor femenino
Me desperté más temprano de lo habitual. Un dolor brutal se metió en mi cuerpo desde temprano. Ese maldito dolor que nos hace más féminas que nunca. Si las mujeres somos complicadas, supongo que mucho más debemos serlo en esos días. Nunca asocié mi mal humor en esos días, ya que mi mal humor es bastante más aleatorio. Pero ultimamente, no se porqué estoy mucho más suave y sensible esos días.
La cuestión es que estuve todo el día en punto muerto. Intentando hacer cosas pero el dolor no se iba, el malestar crecía a medida que las horas se iban comiendo las una a las otras. Tenía que ir a buscar unos análisis y pensaba hacerlo en bicicleta, para despejarme, para tomar aire, para que el viento me despabile un poco. Pero llegó la hora y la bici no era una buena opción, asique decidí tomarme un subte post paro. Me puse el pantalón más ancho que tengo, una musculosa veraniega y salí a la calle. Ya al llegar al subte, un chico con una guitarra me despertó unos segundos. Pero todo fue muy efímero. Intenté escuchar música, pero no se porque los días que estoy asi, la música no me hace bien por la calle. Bajé del subte y empecé a caminar. Me encontré con caras de perro, muchas. Un día como hoy miro a la gente y la veo fea. Los veo infelices, los veo de la mano mirando para cualquier lado, los veo peleándose con los otros peatones que los rozan, los veo indefensos, los veo teniendo lo que no quieren y no peleando por sus deseos. Sin quererlo, supongo que para contrarestar al mundo empece a sonreír a mirar a la gente a los ojos, a mirarlos a todos, intentando ver que era lo que veía. Retiré mis análisis y como el dolor ya había cesado un poco decidi volver caminando. Me esperaban como treinta cuadras hasta mi casa de vuelta. Seguía mirando a los ojos. Intentando descubrir sus mentiras, sus verdades ocultas. Como toda mujer cuando está de mal humor, tenía unas ansias de comprar algo para sentirme mejor. Entonces me metí en una verdulería llena de hombres corpulentos y me compré frutas y verduras para hacerme un rico jugo al llegar a mi casa. Llamé a un amigo para ver si podíamos vernos un rato. Necesitaba un poco de cariño. Pero mi amigo tenía una de sus mil ocupaciones semanales, es normal. Asique caminé y caminé, con mis bolsas, mis estudios y mis humores. Llegúe a mi casa. Le había dado una vuelta a mi dia mal humorado, pero igual pasé por el quiosco, me compré un par de ibuevanoles para que el dolor no me sorprenda nuevamente. Ojalá mi amigo me estuviese esperando para tomar unos mates ahora. Ojalá pudiera dejar estas lagrimas estancadas salir.
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