domingo, 18 de noviembre de 2012

Somos cicatrices


Llega un momento en la vida en que algunas de las personas que andamos dando vueltas por ahí tenemos una revelación. Ya hemos dejado de ser personas hace tiempo y nos hemos convertido en una gran cicatriz.
Los años fueron pasando, los dolores, los errores y los fracasos se fueron acumulando en nuestro cuerpo. Fueron quedando marcas dispersas hasta que fueron tantas que un día nos convertirnos en una gran cicatriz.
Todos nos preguntamos lo mismo: ¿Algún día volveremos a ser personas? ¿Pueden desaparecer las cicatrices? ¿Volveremos a tener sensibilidad?
Todos sabemos que las heridas duelen, arden, queman. Sabemos que con el tiempo toda herida empieza a secarse, cerrarse, pero ¿nunca se cura del todo? Siempre queda esa marca como recordatorio de aquel dolor de antaño.  Será que queda ahí para que no volvamos a equivocarnos. Son los rastros que deja el aprendizaje. Pero ¿qué aprendimos?
Valientes son aquellos seres humanos que intentan acercarse a nosotros a pesar de todo.  Nos miran, se acercan y nos abrazan. Sin esperar nada a cambio de está gran cicatriz en la que nos hemos convertido.  Sin esperar que les devolvamos algo por esas caricias que ya no sentimos.
Y así estamos aquellos que dejamos de ser personas. Intentando seguir moviéndonos como si fuéramos los normales que ya no somos. Las heridas secas nos han quitado gran parte de nuestra movilidad natural. Pero sin embargo, lo seguimos intentando, miramos al frente y avanzamos.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Esta es mi escritora favorita de argentina. Se llama Romina Paula.

Pense que este texto podria gustarte.

Sábado de sol por la tarde



¿Va alguien a quererme así? ¿Así de este modo? ¿Así a mí? ¿Así a mí de este modo? ¿De esta manera o a mí? Quiero decir: querer así por de esta manera o así como soy, como estoy siendo en este momento. En este momento que lo pienso, que lo estoy pensando tendría más que ver con así yo, así como soy yo en este momento, así como creo que estoy siendo cuando nadie puede verme and no one can take that away from me. Not this moment. Pienso en ayer y en ese sueño, ese sueño del deseo constante, algo tan distinto a lo que me sucede realmente, usualmente, frecuente y lamentablemente. También recuerdo haber soñado estar en el videoclub tomando Mala Sangre y decidí seguir el pálpito –en este caso sí está a mi alcance– y así lo hice no sin experimentar algo muy extraño al estar repitiendo la acción en la vigilia a escasas horas de la representación onírica. Pero a lo que iba es a que mi deseo es que alguien me quiera por ser como soy cuando estoy sola, ja, por como soy cuando estoy sola, cuando estoy siendo sola y que me mire y me sonría ese alguien otro y apruebe y acompañe y calle, tolere, eso, que sobre todo tolere mi silencio pero desde un lugar de sábado de sol por la tarde, de sábado por la tarde de sol en una tarde de sol y su mirada sobre mí que aprueba, acompaña y sólo mira, eso, sobre todo sólo acompaña y no quiere tener, tener ya, tener todo, ese hambre todo el tiempo, ese desaforo incomprensible por tomar y tocar, tocar y agarrar, agarrar y recorrer, recorrer y tener más y más y más y basta de una vez por favor, sólo mirar y acompañar, mirar y entender, mirar y querer y nada más que eso. Ascender junto al polvo que el haz de luz delata suspendido frente a la ventana de sábado por la tarde, flotar ahí, suspenso sobre la mesa y el cabello, sin esperar mucho más que en el peor de los casos terminar posándose sobre mi cabeza. ¿No querés sentarte sobre mi cabeza que hay lugar? Genial, genial W. Allen irritado por el neoyorquino imbécil escupiéndole teorías en el cuello, un momento genial. Vuelvo a marearme y es hora de partir.

Juliana Fortini dijo...

Hermoso, Gracias, Floris!

Anónimo dijo...

Todos tenemos al menos una cicatriz inevitable: el ombligo, sin el cual no hubiese pasado alimento y oxígeno para venir a este mundo. La cicatriz es un recuerdo. Vos estás viva.

Esperanza Van Nooit dijo...

La libertad no muere jamás de las heridas que recibe. El puñal que la hiere lleva a sus venas nueva sangre.

José Martí