domingo, 24 de agosto de 2014

Ganas enormes de que no desaparezca



La gigante sensación de hastío se hizo carne en mi. Todo lo que me rodeaba se volvió chiquito, diminuto. Mi cuerpo empezó a ocupar más espacio. El miedo creció también. Di un paso cauteloso para comprobar que la tierra, ahora pequeña, soportara el peso de mi enorme cuerpo. Comprobé que todo temblaba cuando yo avanzaba. Pude mantener el equilibro gracias a unas grandes montañas nevadas  que llegaban hasta mis rodillas. Me sostuve de ellas para no caer. Pisé un charco mientras avanzaba y supuse sería algún océano. Los arboles, las vegetaciones de las selvas me generaban cosquillas en los pies generando muecas en mi boca que fueron convirtiéndose en risas y hasta carcajadas. En ese momento recordé lo que era sentirse feliz. Recordé las veces que me había reído a carcajadas, las veces en que el mundo se había desvanecido mientras disfrutaba ese momento de alegría. Pero en seguida unas cataratas me salpicaron los dedos de los pies y me trajeron de vuelta a esta realidad. Mi cara volvió a reflejar lo inmenso que me estaba pasando y sintiendo. Todo era más pesado ahora. Cada paso me requería una energía inusitada. Hacía fuerza para seguir, para avanzar vaya saber hacia donde, pero lo hacía. Fue entonces cuando lo vi todo claramente. Vi muy lejos ese tren que me cambió la vida para siempre. Me acerqué como pude. Vi el reflejo de su cara en el vidrio, como lo había visto aquel día. Se me llenaron los inmensos ojos de lagrimas, nuevamente. El me miró igual, con esa misma expresión de amor y compasión, igual al día que nos despedimos en la estación. Yo lo miré con más dolor aun, y sabiendo ahora lo que sufriría luego de esa despedida. Escuché bajito y a lo lejos el sonido de la locomotora como quien escucha la orden para que empiece su propio fusilamiento. El apoyó su mano en la ventana, dijo algo con sus labios que no logré descifrar. Como aquel día el tren volvió a arrancar lentamente. Yo me quedé inmóvil, mirando como la distancia entre ese hombre y yo crecía a cada segundo que el tren avanzaba. Así estuve durante algunos minutos hasta que no lo vi más. Igual que la vez anterior, él se fue dejándome estas ganas enormes de que no desaparezca.  Se fue sin decir bien porqué ni sí volvería. Se fue dejándome este inmenso mundo para mi sola.

No hay comentarios: