Las
risas falsas dibujadas en sus máscaras generaban un ambiente aun más macabro.
Estaban ahí los tres hombres parados frente a mí, con sus trajes impecables,
sus manos ocultas en los bolsillos aun con olor a pólvora. Sus posturas
relajadas no dejaban imaginar lo que allí acababa de suceder. Había habido una
matanza. Más de diez personas habían sido asesinadas a sangre fría y yo había
sido testigo de todo, sin quererlo, sin haber tenido otra alternativa. Ojalá
pudiera borrar de mi mente todo lo que había visto hacía a penas unos segundos.
Ellos parados frente a mi, inmóviles quizás deseaban lo mismo. Imaginé sus
caras detrás de esas fachadas de plástico, impávidas, con ansias de terminar
con lo que habían venido a hacer. Yo temblaba por dentro, pero me mostraba casi
tan seguro como ellos. Pude ver sus seis ojos mirándome por los pequeños
agujeros de sus máscaras. Ojos inquisidores, llenos de venganza y de odio.
Habían esperado dos años para este momento. Habían planeado todo con lujo de
detalles. Nada se les había escapado de las manos, salvó mi presencia en ese
lugar que no estaba programada. Yo solo había ido a llevar unas encomiendas,
como hago todos los días con miles de oficinas de esta ciudad. Pero estaba
enterado de la contienda. Es por eso que no me sorprendí cuando los vi
atravesar la puerta.
Nadie
pudo hacer nada. Uno a uno fueron cayendo luego de ser atravesados por sus
plomos. Yo era el último que quedaba. Había logrado escabullirme entre el mar
de balas.
“Todo
esto por una sola mujer”, pensé mientras se preparaban para terminar conmigo.
Todo esto por el amor y la vida de una mujer. Tantas muertes, tantos años de
odio, de miedo, de sed de venganza. ¿Cómo es posible que el amor y el odio
estén tan pegados, tan cerca, tan entrelazados? ¿Cómo es posible que un amor
haya generado esta matanza, esta venganza?
Fue mientras pensaba eso que un ruido me ensordeció. Sentí el frio
penetrar en mi abdomen. Sentí mis manos humedecerse y logré ver sus rostros
satisfechos, como si las máscaras pudieran adaptarse a lo que los hombres
detrás de ellas estaban sintiendo.
Caí
al piso y dejé de respirar para siempre.
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