viernes, 22 de mayo de 2009

Sangre, sudor y lagrimas



Me despierto temprano. Más temprano que lo habitual. Eso me duele, me cuesta mucho. Pero es una buena causa. Me pasan a buscar y me voy a un hospital. Subo al ascensor. En el hay un médico muy buen mozo y una camilla con una mujer dormida, desmayada, dopada, no se. Intento no mirarla demasiado. Hay olor a enfermedad en todos lados. Me dispongo a donar sangre, por primera vez en la vida. Una vez había querido hacerlo pero por presión baja me lo habían negado. Me hacen una entrevista. La enfermera se ríe de algunas de mis respuestas. Estoy hablando de cosas muy privadas con alguien que conozco hace 30 segundos. Pero respondo obedientemente. Me hacen una prueba de sangre en mi brazo derecho. Miro mi tatuaje mientras me clavan una aguja pequeña que casi ni percibo más que con la vista. Esta primer prueba es para saber si mi sangre esta buenita. El test me sale positivo, soy sana una vez más. Me llevan a un sillón demasiado cómodo para la hora de la mañana. Me recuesto y las enfermeras no dejan de agradecerme que haya venido a donar mi sangre. Ahora me pinchan con una aguja bastante más gruesa que la anterior. Siento el dolor y mi cara lo refleja. Me empiezan a sacar mi liquido rojo, espeso, pesado. Exodo de sangre. Así estoy unos cuantos minutos mientras me sacan lo necesario. Medio litro de sangre regalo al padre de mi mejor amigo. Me siento bien por poder hacerlo, por poder ayudarlo, por que alguien más tenga mi sangre. La enfermera me agradece una vez más y me quita la aguja. Me felicita por mi sangre, como si yo tuviese algún mérito de tener esa sangre tan buena que ella logra notar en mí. También habla de mis venas, pero no entiendo bien, estoy un poco mareada, débil. Me regalan un desayuno. Lo tomo y como y me voy. Nuevamente me encuentro con camillas, y enfermos y sobre todo ese olor a que algo no anda bien. Me voy a trabajar, cansada y todavía queda mucho. Llego empiezo a las corridas como siempre. Al mediodía salgo a almorzar con mi padre. Tengo una fea pelea con el. Y por la debilidad, por tener menos sangre en mi cuerpo parece que tengo más lagrimas. Llego al trabajo hecha una piltrafa. El día sigue. Me llama un ex novio para que le recomiende un lugar para ir con otra. Se lo recomiendo al instante. Pienso. De golpe un sismo invade el DF. Me preocupo, No contestan. Al rato llega la respuesta que esperaba, todo está bien por allá. No tanto como acá. Me canso, trabajo, me ofrecen, ofrezco, proyecto, me reuno, me debilito. Estoy cansada. Solo quiero dormir. Pero todavía me queda bastante. Tengo que escribir mi flamante obra de teatro, tengo que estudiar, tengo que viajar. Solo quiero acostarme en la cama y pasar a otro día. No soporto más este día de locos en que dono mi sangre a un padre ajeno y el mío propio me extrae lagrimas.  

4 comentarios:

Santiago dijo...

Cada uno da lo que recibe, y luego recibe lo que da...

Saludos!

MQDLV dijo...

Ojalá fuera como dice Santiago. Sino, habrá que pedalear. Besos.

Verònica dijo...

Me gusta tu manera de escribir, como con pausas pero directa.. supongo que màs o menos asi le habràs contestado a la enfermera.. con lo de tu viejo, vamo arriba che! suele pasar con ellos.. y la verdad, hiciste la obra del dia, me parece genial que puedas donar y lo hagas... creo que es linda esa idea de que alguien màs tenga la sangre de uno y que eso signifique VIDA, si, esa es la parte màs linda de todas, un beso,
Vero.

Dr. Flasche dijo...

No sé que decirte. Mira que soy un hombre que habla por los codos. A veces demasiado.

Así que sólo te mando un abrazo desde Barcelona aunque sea unos días después.