sábado, 29 de noviembre de 2008
Recuerdos felices
Si tuvieras que elegir un momento de tu vida en el cual (una vez muerto) permanecerias por el resto de la eternidad ¿Cuál sería? Quizás busques en tus recuerdos de la infancia, algún momento placentero, algún instante en el cual fuiste feliz casi sin pensarlo, sin darte cuenta. Quizás elijas un momento en el cual jugabas con tus amigos, y nada más importaba que tocar un timbre de una casa ajena y salir corriendo lo más rápido posible. En ese momento aprendías lo que era la adrenaina y quizas quieras revivirlo por siempre. Quizás elijas algún otro momento vivido en la adolesencia, no creo que sea el primer beso, pero sí quizás alguna noche de alegria con tus amigos, cuando estabas arendiendo lo que eran las buenas compañías y los buenos momentos. Tal vez, prefieras quedarte a "vivir" por siempre en algun momento en el cual estuviste perdidamente enamorado de alguien del cual ya no lo estas, algún momento en el cual los dos jugaban y reían bajo las sábanas blancas mientras el reflejo del sol iluminaba los ojos del otro que te miraba perdidamente enamorado. Quizás se te de por elegir algún momento más simple, como cuando fuiste feliz caminando bajo la lluvia y sentíste se podía terminar el mundo en ese instante porque vos eras feliz y estabas orgulloso u orgullosa de lo que habias conseguido, vivido y sentido hasta el momento. Quizas te cueste elegir, quizas tardes algunas horas, dias o hasta años en poder decidir en que punto de tu vida preferirias vivir eternamente. Pero es preciso estar presente para poder vivir momentos que se convertirán en recuerdos. Y esos recuerdos "se derretirán en un futuro" y alguna vez (quizás y solo quizás) podamos elegir entre ellos para permanecer ahí por siempre.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Comunicación
El: Hola
lunes, 24 de noviembre de 2008
In-comunicación
Ella:Hola
jueves, 20 de noviembre de 2008
Cita ciega
La mujer antes de tocar el timbre se pone una venda negra en los ojos, tal como los dos lo habían acordado. Está lista, pero nerviosa. Tanteando llega al botón que tocará y emitiá un sonido que le avisará a él que se ponga su venda en los ojos. Él, menos nervioso pero más ansioso, ata su venda negra al rededor de su cabeza, a la altura de sus ojos, tal como lo habían acordado. Con pasos cortos y las manos adelante de su cuerpo camina hacia la puerta. Abre, y dice "Hola, sos vos?". "Soy yo", contesta ella risueña. Los dos se buscan con las manos, increiblemente en ese instante los dos buscan tocar con la llema de los dedos la cara del otro. No se conocen. Es la primera vez que se encuentran. Se dan un beso en la mejilla y él la invita a pasar. Los dos, sonrientes pero ninguno de los dos sabe de la sonrisa del otro. Cierran la puerta y el la toma de la mano y la lleva despacio y dulcemente a un sillón. Los dos se sientan y tocan el sillón con sus manos, sienten su textura. Ellá es la primera vez que se sienta en aquel sillón. Él conoce ese sillón desde hace años, pero nunca había sentido su textura, esa sensción lo abruma. Los dos comienzan a charlar. El sirve a ciegas el vino. El contacto fisico entre ellos es mayor que en una típica primera cita. Ella piensa que sus manos son suaves y él es delicado a pesar de la insipiente barba que rozó con sus manos al saludarlo. Él piensa que ellá tiene un aroma hermoso y que es más alta de lo que se imaginaba. Los dos piensan en el otro mientras hablan. La charla crece y de pequeñas cosas que la inician van sucediendo los momentos y terminan hablado de cosas trascendentales que a los dos movilizan. En un momento de silencio él busca su mano. Ella estaba esperando que él la busque y la encuentre. Comienzan a acariciarse, a sentir cada uno de los pliegues de sus manos, de sus brazos. Se acercan. Los dos siguen sonriendo, pero siguen ignorantes de la sonrisa del otro. Sienten el aliento del otro cerca. Ella cierra los ojos debajo de la venda. Él los tenía cerrados hace rato. Sus mejillas se rozan, mientras sus manos siguen buscando más piel por descubrir, conocer y conquistar. Queriéndolo, y deseándolo, sus bocas quedan enfrentadas, se sienten cerca pero no se tocan. Él se acerca y le da un beso suave, lento y dulce. Ella jamás imaginó que alguien podrá besarla así. Los dos estan con lo ojos vendados, ven todo negro, pero sienten en colores.
Movidito, movidito
La tierra se mueve y al estar en ella me muevo también. Pero la cuestión aquí es que mis últimos días están más movidos que nunca. Muchos condimentos llegan a mi vida y otros se van. Digo, entre el calor de la calle, el frío del aire acondicionado, mis hormonas enrarecidas y todo lo que me rodea que es bueno y malo al mismo tiempo, me muevo y me muevo. El trabajo que explota, mis vacaciones que no se si se acercan, la estancia que me va a albergar por unos días es un paraíso o el infierno, los teléfonos que no dejan de sonar, todo se mueve y su efecto e mueven. Las palabras fluyen por si solas, otras no pueden más que ser sinceras, otras no existen ni existirán, todo está movido por estos días. Es todo como un gran mar en movimiento, que me revuelca, me ahoga por un segundo, y me hace flotar al segundo siguiente.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Buscando respuestas
¿Porqué tropiezo siempre con la misma piedra?
lunes, 17 de noviembre de 2008
Amor amor amor
Algunos dicen que el amor se encuentra antes si se busca. Otros dicen que el amor ya no existe en estos tiempos. Algunos menos dicen que solo existen los amores a primera vista. Unos afirman que solo cuando dejas de buscarlo él (el amor) aparece en tu vida. Otros gritan que todo lo que necesitas es amor. Algunos viejos quieren que encuentres al amor o sino estarás perdido. Otros, mas jóvenes ellos, dicen que el amor y la locura van de la mano. Yo digo que no puedo vivir sin amor, o simplemente me cuesta horrores hacerlo. Nací para amar y ser amada. Y hoy, en este mundo cada día más loco, más lleno de ambiciones, de enfermedades emocionales y más vacío de deseos de amor, estoy realmente jodida.
domingo, 16 de noviembre de 2008
Invitación al avismo
Invitame a hacer una locura. Invitame a hacer algo sin pensar, sin razón no razones. Invitame a hacer algo sin pensar en las consecuencias, sin pensar en el que dirán, sin pensar en que diremos mañana. Invitame a hacer algo extra ordinario. Invitame a olvidarme de todo (aunque sea por un rato). Ivitame a hacer algo que recuerde toda mi vida. Invitame a crear la anécdota más descabellada que tenga para contar en el futuro. Invitame a hacer una locura en este instante y voy a aceptar.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Final del dolor
Y un día me desperté y no sentía más dolor. No se bien como pasó aquello pero fue así de simple. Abrí los ojos, tome conciencia del nuevo día que comenzaba y busqué mi dolor. Dolor que me había acompañado largo rato en mi vida. Me di vuelta para un lado de la cama para ver si estaba ahí, luego para el otro, pero descubrí que se había marchado. en medio de la noche, sin prender la luz, sin despertarme para hacerlo, se había ido definitivamente de mi vida. Por un momento sentí melancolía. Luego me di cuenta que debería aprender a vivir sin el, ya que me había acostumbrado a su triste presencia. Me senté en la cama, me desperecé lo más ampliamente que pude y me levanté a vivir.
martes, 11 de noviembre de 2008
Desprenderse
Se me hace tan difícil desprenderme de cosas viejas, raídas, que ya no miro o uso. Tengo un placard repleto y a punto de romperse lleno de ropa que ya no uso. Hace años que no uso determinadas prendas, pero no puedo desprenderme de ellas. Tomo la decisión agarro una bolsa y voy metiendo prendas que alguna vez quise mucho pero que hoy ya olvidaron el olor a mi piel. Antes de depositar cada prenda en la bolsa me arrepiento por un instante y pienso que seguramente en algún momento la querré volver a usar, pero al segundo que deviene se que eso no va a pasar. Tengo, también, miles de papeles de viajes, de lugares, de recuerdos que guardo como tesoros preciosos en cajas, colgados por algún lugar de mi casa. Algunos están viejos y en ellos quedan manchas que algunas vez fueron palabras o imágenes. No puedo tirarlos, los voy guardando de una caja grande, a una mas pequeña, pero no puedo tirarlos. Y así me voy llenando de objetos que nunca mas releo, veo o añoro. Hoy tomo la decisión e intento achicarme de objetos. Quiero quedarme solo con lo que me es necesario para mi vida de hoy. Voy a tirar lo que alguna vez me significó algo, pero hoy ya no me hace sentido. Voy a hacer orden. Voy a agarrar mas de una bolsa y regalaré lo que se pueda usar. Me cuesta mucho hacerlo pero lo hago.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Principio
¿Qué es lo que queda luego de un viaje? Fotos, papeles de otros lugares que hoy son recuerdos, imágenes mentales, olores, sabores, ropa sucia, y sensaciones en el cuerpo. Estoy de vuelta en mi lugar. El calor de Buenos Aires me agobió desde que llegué. Ahora tengo que volver a encontrarme con mi vida, con sus códigos, con sus obligaciones, con mis amores, con mis objetos. Volver es empezar de nuevo, pero de una manera diferente. Y aquí estoy, con este nuevo principio, con la enorme oportunidad (y responsabilidad) de empezar de otra manera, de probar nuevas cosas, de proponerme nuevas metas y de vivir como quiero hacerlo. Todas las posibilidades están abiertas, solo tengo que elegir cuales quiero y cuales desecho.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Enciudada
La enorme ciudad me retuerce, me estruja, me muestra.
Ella me invita a caminar, a llenarme de ruidos y olores nuevos.
La ciudad me empuja, me choca, me entretiene.
Llena de cemento me regala sus árboles de colores.
La gran ciudad me vende, me ofrece, me cobra.
Nada es gratis aquí, todo sale plata, todo se paga, todo se consigue.
La gran ciudad me da cultura, me da pochochos, me da comida enemiga de mi estómago.
Su gente me habla en miles de idiomas distintos, que se mezclan, se enredan.
Ellos no miran a los ojos, no escuchan a la ciudad, sólo escuchan la música que llevan puesta.
La gran ciudad húmeda me hace transpirar, me despeina y me hincha los pies.
Sin embargo, yo a esta enorme ciudad la vivo, me la como con los ojos, y ella a mi me sacude, me grita, y me despierta.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Lluvia de noviembre
No se cuando es el día en que uno empieza a sentirse local en un lugar extranjero. Supongo que es cuando uno mira el mapa y ya no ve solo letras, zonas coloridas, líneas de colores representando el subterráneo. Uno ve el mapa y sabe exactamente donde esta en él, y donde quiere ir, y el mapa ya empieza a tener imágenes mentales en nuestra cabeza, ya que hay muchos lugares que ya hemos visitado y caminado (hasta corrido, en este caso particular). Con el pasar de los días uno deja de sorprenderé tan extremadamente como al comienzo de un viaje. Las personas parecen ser mas cotidianas, viajar en subte de acá para allá ya no es una odisea, hablar otro idioma ya es cosa de todos los días. Sin embargo, uno sigue siendo otro durante el viaje. Esta alejado de su propia cotidianeidad y puede reinventar cada día como quiera. Me despierto a la mañana y me digo “¿A donde quiero ir hoy?” Y así comienza, miro el ajado pero ahora amigable mapa de la ciudad y veo como llegar. Voy a la estación de subte más cercana y viajo hacía mi lugar diario. Durante el día camino y camino. Miro para todos lados, para arriba y para abajo. Eso es lo que tienen las grandes ciudades, tienen tanto para mirar para el cielo con sus enormes edificios como en el suelo que tienen inscripciones, placas, y hasta humo que sale de las alcantarillas. Hoy es un nuevo día acá en Nueva York. Hoy llueve, pero la temperatura es agradable. La lluvia me encanta y más cuando no es problema mojarse ya que no tengo ninguna obligación mas que conocer, descubrir y abrir mi mente. Entonces, con esta lluvia de noviembre hoy tengo antojo de cruzar el puente de Brooklyn a pie. Allá voy...
martes, 4 de noviembre de 2008
lunes, 3 de noviembre de 2008
What doesn´t kill you makes you a runner
El frío que hacía a la mañana no había sido previsto, ergo estaba muy desabrigada y faltaban horas para el disparo que me haría empezar a correr. Comí algo, tome agua y intenté taparme del frío con remeras y trapos que tenía de repuesto. Me llamaron la atención las iglesias y sinagogas casi improvisadas que se armaban y los corredores con sus zapatillas y sus ropa deportiva rezaban y le pedían a dios quien sabe que para poder terminar la carrera que estaba por comenzar. Luego de un rato empezamos a correr. Los primeros diez kilómetros fueron puro placer. No sentí que estaba corriendo. La gente gritaba mi nombre (llevaba una remera que lo decía, claro) por doquier y me daba fuerzas por Brooklin. Luego de los primeros diez empecé a sentir el cuerpo pero seguía gritando, bailando y disfrutando mientras corría. A los veinte kilometros, sentí el primer inconveniente. Me dolía la pierna, la cadera al costado, no se que parte del cuerpo es. Era un dolor que nunca había tenido en todo el entrenamiento. Ahí me asusté un poco. Me faltaba media carrera y no sabía hasta cuando iba a soportar ese dolor, y si este se iba a hacer más intenso. Seguí y la gente al costado de cada kilometro gritaba, las bandas de música tocaban, y las bebidas, geles y esponjas me daban las energías que mi cuerpo iba gastando km a km. Pasé por Queens, casi sin darme cuenta. El dolor de mi pierna había desaparecido y otra ve volvía a disfrutar, gritar y responderle a la gente que me gritaba. Llegué al Bronx cansada, ya iban treinta y pico de kilómetros. Y mis piernas ya comenzaban a sentirse duras. El Bronx y su hip hop, pasó rápido y el último puente hasta Manhattan me esperaba. Bajé del puente con mi ultimas energías. Para ese entonces ya estaba corriendo kilómetros que nunca había corrido en mi vida. En el entrenamiento había llegado hasta treinta y seis y ahora ya estaba pasando esa medida. Supongo que fue en esos últimos momentos en que conocí al famoso muro de los maratonistas. Es un momento en que el cuerpo ya no tiene mas energías y la cabeza esta cansada y todo te dice que tenes que parar. Pase por ese momento, baje un poco la velocidad, a la gente que me gritaba ya no podía responderle mas que con una cara de agotamiento y con la lengua afuera por el cansancio. Faltaba poco, ya esta bordeando el Central Park, lugar donde terminaría la carrera. Traspasé el muro como pude, pero nunca paré. Corrí los cuarenta y dos kilómetros seguidos. Cuando faltaban tres kilómetros y medio volví a nacer. Me olvide de mi cuerpo, y empece a acelerar. Para ese entonces no corría con mis piernas, era otra parte de mi ser que me transportaba. Entré al Central Park y el paisaje y la inmensa cantidad de gente aplaudiendo y gritando me hicieron emocionar. Estaba a punto del llanto y me empezó a faltar e aire Por primera vez en mi vida contuve la emoción y me concentre en mi respiración para no llorar. Aceleré y aceleré. Los últimos metros flotaba mi cuerpo inexistente y yo entre los arboles del Central Park. Pase la linea de llegada de la mano de mi papá, los dos gritando y levantando los brazos. Terminamos y nos abrazamos de una manera que nunca había abrazado a nadie. E pecho en ese momento estaba inmenso, una sensación de felicidad muy rara corría por cada centímetro de mi cuerpo casi inerte. Llanto, risa, poder, orgullo, cansancio, emoción. Todo mezclado dentro de mí.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Último sueño antes de mañana...
Estoy en la habitación del hotel, luego de haber corrido una pequeña carrera por Manhattan a la mañana con todos los corredores extranjeros. Estoy en la cama, descansando las piernas luego de haber caminando largas horas por el Central Park. Estoy a punto de irme a dormir luego de haber ido a un Pasta Party con los 49.999 otros corredores de la maratón. Podría escribir mucho, pero son las 20:37 y tengo que irme a descansar ya. Mañana a las 5 de la mañana tengo que estar tomándome un micro que me llevará a Staten Island, lugar de donde sale la Maratón de Nueva York. ¿Estoy nerviosa? Sí, y mucho. No se si pueda dormir hoy. Tengo al costado de la cama toda la ropa preparada para mañana, todo mi equipo (que incluye la remera con mi nombre y mi país) para ponérmela mañana y recorrer a pie las cinco islas que conforman Nueva York. Quizás esta sea la ultima vez que haga algo como esto, no lo se, y realmente no lo creo porque estoy muy excitada, muy feliz, con muchas ganas de probar mi entrenamiento. Estoy también con muchas ansias de enfrentarme con el famoso muro al cual se enfrentan los maratonistas en el kilómetro treinta y pico. Quiero vivir esto que estuve programando, pensando y peleando durante muchos meses.