jueves, 20 de noviembre de 2008

Cita ciega



La mujer antes de tocar el timbre se pone una venda negra en los ojos, tal como los dos lo habían acordado. Está lista, pero nerviosa. Tanteando llega al botón que tocará y emitiá un sonido que le avisará a él que se ponga su venda en los ojos. Él, menos nervioso pero más ansioso,  ata su venda negra al rededor de su cabeza, a la altura de sus ojos, tal como lo habían acordado. Con pasos cortos y las manos adelante de su cuerpo camina hacia la puerta. Abre, y dice "Hola, sos vos?". "Soy yo", contesta ella risueña. Los dos se buscan con las manos, increiblemente en ese instante los dos buscan tocar con la llema de los dedos la cara del otro. No se conocen. Es la primera vez que se encuentran. Se dan un beso en la mejilla y él la invita a pasar. Los dos, sonrientes pero ninguno de los dos sabe de la sonrisa del otro. Cierran la puerta y el la toma de la mano y la lleva despacio y dulcemente a un sillón. Los dos se sientan y tocan el sillón con sus manos, sienten su textura.  Ellá es la primera vez que se sienta en aquel sillón. Él conoce ese sillón desde hace años, pero nunca había sentido su textura, esa sensción lo abruma. Los dos comienzan a charlar. El sirve a ciegas el vino. El contacto fisico entre ellos es mayor que en una típica primera cita. Ella piensa que sus manos son suaves y él es delicado a pesar de la insipiente barba que rozó con sus manos al saludarlo. Él piensa que ellá tiene un aroma hermoso y que es más alta de lo que se imaginaba. Los dos piensan en el otro mientras hablan. La charla crece y de pequeñas cosas que la inician van sucediendo los momentos y terminan hablado de cosas trascendentales que a los dos movilizan. En un momento de silencio él busca su mano. Ella estaba esperando que él la busque y la encuentre. Comienzan a acariciarse, a sentir cada uno de los pliegues de sus manos, de sus brazos. Se acercan. Los dos siguen sonriendo, pero siguen ignorantes de la sonrisa del otro. Sienten el aliento del otro cerca. Ella cierra los ojos debajo de la venda. Él los tenía cerrados hace rato. Sus mejillas se rozan, mientras sus manos siguen buscando más piel por descubrir, conocer y conquistar. Queriéndolo, y deseándolo, sus bocas quedan enfrentadas, se sienten cerca pero no se tocan. Él se acerca y le da un beso suave, lento y dulce. Ella jamás imaginó que alguien podrá besarla así. Los dos estan con lo ojos vendados, ven todo negro, pero sienten en colores.  

5 comentarios:

Anónimo dijo...

quiero besar lo que has besado,
quiero latidos,
quiero la libertad de tu prisión...


G.D.

Ale dijo...

Falta la segunda parte...

Byron dijo...

Alucinante... me quedé sin palabras. Chau.

Anónimo dijo...

brillante

Anónimo dijo...

"En un momento de silencio él busca su mano. Ella estaba esperando que él la busque y la encuentre."

llore.

saludos,
Tom