domingo, 28 de septiembre de 2008

Lejos


Viajar sola tiene sus pros y sus contras. Nadie te rompe con cuestiones que no te interesan pero por otro lado no podes compartir algo que estas viendo con ese alguien con quien quisieras compartirlo. Bogotá me recibió nublada y pesada. Apenas llegué me esperaba un desconocido muchacho con un enorme cartel que decía mi nombre. Con él iba a hacer las entrevistas los días siguientes. Fuimos hasta el hotel a dejar las cosas y salimos a recorrer Bogotá a pie. Caminamos mientras nos íbamos conociendo. Él, amante del arte como yo, camarógrafo, ingeniero y guionista frustrado e interesado en las sillas con diseño. Yo, como una niña mirando para todos lados para intentar dejar registro de la nueva ciudad que estaba conociendo. Los dos estábamos hambrientos. Comimos carne de carpincho con plátano y lo acompañamos con una cerveza colombiana por excelencia. Caminamos y charlamos, él más que yo, ya que de momento a momento me quedaba sin mucho aire en mis pulmones por la altura, la excitación, el miedo, la alegría o todo mezclado. Seguimos caminando y fuimos a por un café en Juan Valdés. Tomamos un café que no recuerdo el nombre pero que estaba endulzado con caña de azúcar. Una ricura. Luego volvimos, ya de noche. Ahora me dispongo a descansar. Aquí dos horas menos o allá dos horas más. 

3 comentarios:

Chara dijo...

gran crónica amiga querida

besos desde buenos aires

Juan

Unknown dijo...

Pásalo en grande. Muchos y buenos amigos tengo en esa ciudad. No te olvides de seguir contándonos lo que ven tus ojos curiosos. Gracias por la crónica!
Besos

hsm1967 dijo...

Con la foto de semejante comida me vino un hambre de aquellos.